QUIENES SOMOS

Los Misioneros de la Unidad somos una Asociación  Pública de fieles de Derecho Diocesano, de vida fraterna en común y con la esperanza de llegar a ser algún día, si es la voluntad de Dios, un Instituto de Vida Consagrada.
NUESTRO CARISMA: LA UNIDAD
Desde los inicios, “los Misioneros de la Unidad" ha tenido  clara la idea de dedicarse a la promoción de la unidad de los cristianos. Hay dos textos evangélicos muy propios de nuestra especificidad: “Id, pues, enseñad a todas las gentes" (Mt. 28,19) y  "Que todos sean uno para que el mundo crea"  (Jn. 17,21), a la misión de cara a la unidad o a la unidad con vistas a la evangelización. Aparentemente la misión parece más importante que la unidad pero realmente la unidad es la que totaliza la misión, la abraza, la engloba, la agiliza, la fertiliza y la planifica. En la situación de separación y división en que nos hallamos los cristianos, es la unidad el objetivo primero y prioritario para conseguir la evangelización de nuestra sociedad.
NUESTRA ESPIRITUALIDAD: ECUMÉNICA
Hay diversidad de espiritualidades en el mundo. Hay espiritualidad budista, musulmana, judía, cristiana, etc., con diversos matices y riquezas. La "espiritualidad ecuménica" no está todavía bien perfilada. Se está haciendo al tiempo que se va viviendo. La espiritualidad ecuménica ha de tener como centro y como eje, como objetivo y como fin, como fuente y como desembocadura, la unidad de la Iglesia. El fundamento de esta espiritualidad es sencillamente el mismo de toda espiritualidad cristiana, si bien vivida con un acento especial en sus notas trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesial, comunitaria y bíblica. Pero lo específico y propio le viene de su carácter interconfesional.
NUESTRA IDENTIDAD
Un Misionero de la Unidad ante todo tiene que ser un auténtico cristiano católico, que irradie a Dios,   transparente la presencia de Cristo en él y tenga sus mismos sentimientos. Es una persona que asume el desarrollo y la madurez de sus dimensiones humanas viviendo su vida de manera profunda, con  buenos hábitos y costumbres, con valores cristianos, con recta conducta e intención en su pensar, hablar y obrar. Es orante y amigo de la Palabra de Dios, fiel a la doctrina de la Iglesia y al Magisterio, cuidando la integridad de la fe y las sanas costumbres. Es un ser en comunión, paciente, perseverante, obediente, pobre en el espíritu, casto, con madurez afectiva; que arde de pasión por la unidad: “Que todos sean Uno” (Jn.17, 21) y sirve en la caridad.
NUESTRO ESPIRITU
El espíritu que guía  a nuestra Asociación  está expresado en estos estatutos  y en su lema "Todo por la Unidad: oración, trabajo, entrega y apostolado". Unidad con Dios Uno y Trino principio y fundamento de todo. Unidad con el Papa, mediante la cual se siente ligada a la Iglesia. Unidad con el Obispo, en cuya Diócesis vive y ejerce su apostolado.
“La misioneras hallan su razón de ser en el deseo de una perfecta imitación del Señor, que se encarnó para conducir a la unidad a todo el género humano; y en la respuesta a la llamada de la Iglesia, que en el Vaticano II exhorta a que, reconociendo los signos de los tiempos, se partícipe diligentemente en el movimiento ecuménico”.
NUESTRO MANANTIAL
Nuestro punto de referencia es la Santa Trinidad. Lo es para toda la comunidad cristiana y de un modo particular para nosotras. Es claro que todo cristiano tiene que hallar su fuente y tener su punto de referencia en el misterio trinitario, desde el día en que fue bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Al descubrir nuestra vocación ecuménica Jesús nos invitó a elevar nuestra mirada hacia la comunión existente entre las tres Divinas Personas: “Padre, que ellos sean uno, como tú en mí y yo en ti… que ellos sean uno en nosotros” (Jn 17,21).
Ahí está la fuente de nuestra realización. No necesitamos otros manantiales. Lo tenemos en Dios, que es comunión interpersonal. “Las raíces últimas de toda comunidad se hunden en el misterio de Dios, que, por ser Trinidad, es verdadera comunidad de amor. Dios es la suprema comunión y la máxima koinonía”.  “Toda comunidad cristiana nace de una iniciativa de Dios, cuya esencia es darse, comunicarse”. Las maravillosas ejemplarizaciones de la comunidad ideal, tal como la describe el Libro de los Hechos (4,32), radican en el amor de Dios del que se hallaba invadida y que se vertía en línea de horizontalidad en el amor hacia los hermanos. Su fuerza proselitista y evangelizadora provenía de su intensidad de su vida comunitaria y de su compartir conjuntamente los problemas y las preocupaciones de cada día. La unidad de un solo corazón y una sola alma, no obstante ser muchos los componentes de la comunidad, era como un reflejo de la unidad en la pluralidad del ministerio trinitario, donde todos son uno; todo es de todos; cada uno se realiza en relación con los demás y los tres se inclinan hacia las necesidades del hombre.
NUESTRO MODELO: JESUCRISTO
El seguimiento de Jesucristo ha sido, es y será el sueño de miles de corazones que se han entregado totalmente a Él. Pero la vida de Cristo es polifacética y por ello hay diferentes familias, grupos, comunidades. Nosotros hemos acogido, dentro de la diversidad, la gran preocupación de Cristo por la Unidad. Nosotros  nos atrevemos a afirmar que fue su opción fundamental. Así lo da a entender el apóstol Juan cuando dice: "vino al mundo para congregar en UNO a los hijos de Dios que estaban dispersos" [Jn 11,52]. Por eso, Cristo es el gran apóstol de la unidad, el misionero de la unidad.
EN EL CAMPO DE LA IGLESIA
Nuestro fundador ha tenido siempre un profundo sentido eclesial, un apasionante amor a la Iglesia. El ha descubierto que la gran gracia de Dios a su Iglesia en los tiempos presentes es la gracia del trabajo por la unidad. La Iglesia ve que la desunión de sus miembros es un obstáculo y un escándalo para la credibilidad de la Iglesia de Jesucristo. La unidad de todos los cristianos y de todos los hombres en la única Iglesia de Cristo es el fin específico y concreto de las Misioneros. En un mundo dividido, nosotras aceptamos la misión de trabajar, en el seno de la Iglesia, por la unidad de todos los hombres. Nuestro lema es: TODO POR LA UNIDAD.
VIDA APOSTOLICA
La actividad apostólica  de los Misioneros de la Unidad, sea individual o grupal, ha de estar siempre impregnada de la dimensión ecuménica propia. En el apostolado colaborarán con la Jerarquía en su empeño y esfuerzo por conseguir la auténtica renovación de la Iglesia, paso previo para toda labor ecuménica.
Nuestro apostolado está  dirigido a todos los hombres creyentes y no creyentes sin ninguna distinción de raza, sexo, credo y cultura; a tiempo y a destiempo en todo el mundo.
VIDA DE ORACIÓN
 Los Misioneros de la Unidad, necesitamos una experiencia de Dios que nos unifique y esto sólo lo conseguimos con la oración. Por eso la oración debe ser el clima en el que se desenvuelve nuestra vida, superando el dualismo entre oración y acción, tratando de alcanzar el ideal de ser contemplativos en la acción y activos en la contemplación.